Hola cómo están los estimados acompañantes de este blogs y de mi programa Comarca Libertaria, este sábado tuvimos un programa bien interesante, porque nos llegó no solo de manera casual sino mágica, unos textos de un escritor residenciado en el pueblo de Escuque, el señor Antonio Pérez Carmona, sus textos me llegaron vía de su hijo Lennyn Pérez, quien debo decir no me conoce ni yo a él, sino que por azar de un correo que le llegó a él de los muchos que nos envían a los poetas. éste redireccionó los textos de su padre y fue digo algo mágico, porque la poesía me impresionó bastante por su belleza, por esa mezcla balsámica de lo cotidiano con lo depurado de la poesía y bueno leímos y compartimos algunos de esos textos con los oyentes de mi programa este sábado pasado.
También navegando por la página de la editorial El perro y la rana, que demás está decirles la recomiendo, enormemente, (pues allí usted puede bajar de manera gratuita libros completos), como decía baje un libro del escritor Pedro Morillo zuliano, que se llama Los socialistas que debemos ser, un libro muy actualizado y que hace un análisis del accionar socialista de los venezolanos, además que explica de manera muy sencilla y clara, conceptos como el de dialéctica, materialismo histórico. Así que los oyentes tuvieron la oportunidad a trvés de los micrófonos de Radio Kuinche 103.9 de aprender un poco más sobre estos temas.
En verdad este asunto de la internet es un recurso valioso, lástima que muchos no sepan aprovecharlo mejor e involucrarse en las redes sociales siempre de manera constructiva. A`propósito de la internet resulta muy valioso a la hora de musicalizar mis programas puesto que moviendome de aqui y de allá en este mar, cómo solia hacerlo de niña en las aguas de mar de mi Boca de Río querido, y un poco para festejar la patria y en homenaje a Lennyn quien trabaja fuera del país en una de sus embajadas, el acompañamiento musical fue diversos momentos del pajarillo. y de verdad que disfrute un mundo.
Iniciamos con la orquesta Sinfónica de Venezuela con Gavilán con pajarillo, oímos además a pajarillo viajero, el grupo raíces con su pajarillo y chipola, a Carlos Camacho con una versión libre del pajarillo, extraordinaria, oímos a Alfredo Zitarrosa y Cecilia Todd con su pajarillo, al Ensamble Gurrufio y Serenata Guayanesa con pajarillo, a Urbino Ruíz y su arpa recia con otra versión del pajarillo. Por su puesto que no podía faltar el Carrao de Palmarito con su pajarillo y culminamos como empezamos con Dudamel, el grande, y su fuga con pajarillo. y Bueno seguimos apostando a que un mundo mejor sí es posible, pero solo en socialismo. ay nos vemos, los espero el próximo sábado allá en la comarca.
TEXTOS DE ANTONIO PEREZ CARMONA
LA CASITA
DE LA MEDIA LUNA
Como un extranjero apartando el follaje y sembrando el frescor, la Casita la levantó Eleuterio Carmona.
Fue el sonido de la caracola y el llamado del flautista para aplacar los vientos y la tristeza.
La Casita bailaba en junio con los feroces inviernos
y el techo de nubes la ocultaba bajo el luto de noviembre.
Al frente crecieron la amapola y el caujaro
y en el fondo se deslizaba la macaurel al hallazgo de huevos de torcaz.
La Casita vestida de paramito y lluvia de oro, ignoró Navidades y Año Nuevo. En la adulta noche conocía la alegría de las brujas rompiendo liencillo en su lomo.
Había una maga café con leche que una vez cayó en manos del Errante, merced a la mostaza y las tijeras en cruz.
Era tan bellísima con su desnudez de hongos, que el abuelo le dio libertad para que cohabitara con el viento.
Por las madrugadas de verano los fantasmas cernían el maíz y se paseaban en un carrito de madera.
Después del éxodo del rudo Capitán, y con el granizo de las corolas luctuosas, la Casita fue ahogada entre el bosque solitario.
UN GAJITO DE SOL
SE FILTRABA
POR LA MONTAÑA
Las nubes bailaban como las gallinas chacas.
Eran pájaros de lino que cubrían La Media Luna.
Ubaldina gritaba: Laurita ponete el saco y echate gas en los pies.
Pero a mi hermana no la agarró la fiebre de la neblina.
A mí sí me tumbó el tétano cuando salí acalorizado y me hundí entre los
cagajones de la bestia color tierra.
Había querido tocar el arco iris,
porque un chorrito de sol se filtraba de la montaña.
Dice mi madre que me volví chiquito como pájaro quesqués
y buscaron flores y pesebrito.
Todos lloraban.
De Escuque vino mi padre con aceite alcanforado
y después vi bailando las nubes como gallinas chacas.
Pero jamás toqué el arco iris
que salía con el gajito de sol de la montaña.
LA NOCHE
La noche adulta era una fiesta de luciérnagas y grillos.
Era jinetes, relámpagos y danzas en el abrevadero de los vientos.
En las cenizas del crepúsculo se abría como estuario de carbón.
Pero no hay recuerdos de la vigilia, ni de las lámparas que alimentaban los precoces insomnios.
Sólo en un mediodía sacudido por la raíz del misterio, oí decir al Errante que ya la noche se había convertido en abuso de los muertos,
pues en las altas horas del campo desierto, de la luz asesinada y la palabra yerta, hacían teatro y pueriles imitaciones de los vivos.
Sin embargo, yo infante, abstraído y soñador, no temía a la noche.
Una tarde robé la falsa joya que me había deslumbrado con su resplandor y estuve entre malvas, pomarrosos y cíos, desafiando con antorchas y hogueras al demonio.
En la plenitud del inmenso techo de viuda, oía las voces que clamaban mi regreso.
Y conocí el olor primario de la albahaca, el perfume de los lirios, la respiración de la amapola.
Anduve de manos con los insectos y los búhos, con la serpiente y los cocuyos.
No sé si era verano, porque ignoré el saludo de la lluvia en ese año del invierno, sino que una pasión extraña me retuvo por siglos en el espejo verdugo de los astros.
Pero desde ese tiempo, como el amor atado en el silencio, empecé a amar a la noche, a esa dulce y desolada madrastra de la infancia.
EL POZO
El Pozo había heredado el color del plátano y de las lluvias plomizas.
Había hecho crecer el cilantro, el laurel y el cimú.
Era inmenso hacia los rayos del párvulo
y minúsculo para el abuelo.
Ignorábamos su origen, aunque como los navegantes que apartan la bruma para cazar a la Osa Mayor, el Errante afirmaba que era el respiradero del río de los Indios.
Las aguas mansitas estaban picadas por azulejos y palomas
y en el techo bailaban con la reiteración del color, los colibríes y “caballitos del diablo”.
Más allá de la alberca yacía el reino de las berberías y trinitarias.
En el fondo, cuando crecían las noches del insomnio, el Diablo se divertía con sus globos de azufre.
A la hora del alba el rocío nos llevaba al oro del estanque.
En un junio cruel donde el recuerdo sangra el corazón, el pozo se convirtió en ave fúnebre.
Y se fueron al cielo con sus manitas entrelazadas, adornadas de cayenas y claveles, las mejillas rosa y los cabellos trigo de Dora y Lida.
Ahí comenzó el círculo de los ritos y la nostalgia del ángelus,
y el odio infantil infinito.
El tiempo inhóspito y la tempestad de la sal, habían destruido el reino de las palomitas y los peces.
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