sábado, 22 de diciembre de 2012

Con Chávez todo.

Dignificante y esclarecedora lectura sobre la unidad necesaria.

De Emilio Farrera

Que importante es que los colectivos revolucionarios tomen la iniciativa de construir organización y con ella la necesaria unidad que reclama el momento actual, unidad a la que ha llamado reiteradas veces el Presidente Chávez y por  la cual se han hecho constantes intentos, el Gran Polo Patriótico es uno de esos ensayos, pero cada uno de ellos ha sido penetrado por pequeños grupos e individualidades que con arrogantes pretensiones hegemónicas y egoístas han logrado impedir dicha unidad, es ese uno de los peligros fundamentales que corre todo proceso unitario.

Lo otro es tener claro ¿Unidad para qué, en torno a qué y unidad de quienes? Esta es una de las cuestiones a resolver para que esta unidad sea posible ¿La unidad para que mis intereses salgan favorecidos o la unidad para que los intereses colectivos se fortalezcan? El primer caso lo encontramos en la unidad laboral en torno a la productividad de una empresa capitalista donde se beneficia un patrón o en la unidad que se establece en torno a un pequeño grupo político o individualidad para preservar su status quo y existencia; en ambos casos los factores principales que caracterizan dicha unidad son: la verticalidad centrada en la jerarquía del grupo hegemónico, el acriticismo controlador que impide la divergencia, la arrogancia descalificadora de toda voz que no sea la propia, la fragmentación histórica que permite el olvido de los antecedentes de quienes hegemonizan y el uso de la visión inmediata descontextualizada, favorecida con el discurso cargado de citas y de elementos actitudinales que conjuguen la superioridad intelectual que justificaría su derecho a jerarquizar.

Ahora si la unidad está pensada en función de los intereses colectivos, ésta estará fundamentada en valores y principios democráticos que sustenten el derecho igualitario de todos, dando cabida a la crítica y al respeto de las diferencias conceptuales de sus miembros, que se juntan en función de intereses comunes. La unidad de iguales obliga a la abolición de las jerarquías, de la verticalidad y de toda pretensión de control por parte de pequeños subgrupos que pretendan adosarse derechos superiores a los del resto del colectivo.

Es importante también, que discriminemos entre alianzas y unidad, se habla de unidad pero mantenemos feudos más allá de la organización “unitaria”, esto genera una contradicción, ya que sin fusión no hay unidad verdadera y sin unidad de intereses no puede haber unidad orgánica –leamos el libro de nuestra realidad histórica, de las experiencias fallidas y de las victoriosas. Es por ello que la unidad fundamental es la de clases, esa que está cifrada en claros intereses sociales y económicos condicionados culturalmente. Esto sin negar la unidad dogmática que se produce en las sectas, religiones y partidos que por su condición doctrinaria se establecen desde jerarquías y dominios, que luego van produciendo, por su misma dinámica, lucha de sectores que terminan desintegrándola. Son unidades desde ideas y doctrinas que terminan siendo inorgánicas por su misma condición dogmática y adocenada. Decía Simón Rodríguez: “la mayor desgracia de un hombre en estado social es no tener con sus iguales un común sentir de lo que conviene a todos, la educación social remediará ese mal” allí es donde se produce la unidad verdadera.

Que difícil ha sido entender las políticas de alianzas, las únicas posibles cuando no se plantea la fusión de organismos para conformar un todo único en torno a un interés común; pero es que ni siquiera puede haber alianza si no se respeta la diferencia, se pretende el control hegemónico de unos sobre otros y se niega el derecho a discernir. La igualdad de derechos de los miembros en una alianza es un principio que podría conducir a una potencial unidad, y esta alianza debería plantearse: 1.- Una dirección de vocerías colectivas. 2.- la construcción de instrumentos que permitan la mayor comunicación posible entre sus miembros y 3.- La formación permanente rompiendo la absurda y reproductora dicotomía entre los que saben y los que ignoran, esto basado en dos de tantos referentes que aclaran el panorama, Albert Einstein quien decía “El mal más expandido en el mundo es la ignorancia, lo bueno es que no todos ignoramos lo mismo”  y Paulo Freire “Nadie educa a nadie, los hombres aprenden en comunión”. Con esto pretendo romper la tesis según la cual se pudiese pretender conformar equipos de “formadores” bajo los paradigmas de la escuela capitalista, desconociendo los saberes del resto y restándole a la formación su condición crítica y dinámica liberadora.

Para finalizar, considero que la realidad que hoy vivimos es necesario analizarla en su contexto, como producto de aconteceres históricos, nada nace de la inmediatez y esta realidad tiene génesis, responsables y parteros ubicados en diferentes escalas de acción donde  todos somos responsables según la escala donde hayamos actuado.

Podemos lograr altos niveles de unidad o por lo menos de alianzas estratégicas entre los revolucionarios de Aragua –y así fortalecer la unidad nacional- pero para ello es necesario alertar sobre prácticas y actitudes reproductoras del capitalismo escondidas en académicos discursos izquierdistas. La lucha contra las desviaciones de derecha es un deber revolucionario y esta no debe ofendernos a menos que delaten lo que verdaderamente somos.

La  unidad del pueblo en comunas es lo único que garantiza el punto de no retorno de la revolución y ella sólo es posible rompiendo con la lógica del capital y fomentando nuevas lógicas de vida y construcción, las lógicas del vivir socialista.

Un voto de confianza a las decisiones del camarada Presidente es práctica unitaria y revolucionaria; empujar, impulsar, criticar, acompañando debe ser la actitud a seguir

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